Afrontamos, en medio de un panorama desolador, el 80º aniversario de la proclamación de la II República, el período más progresista de la historia de nuestro país.
El ataque de la gran patronal, con sus sucesivos gobiernos títeres, a los salarios y derechos de los trabajadores/as iniciado en los años 80, se agrava todavía más con la reciente crisis económica. Crisis que no impide que las grandes empresas y los bancos de este país continúen amasando beneficios a costa de paro masivo, reducción de salarios y pensiones, encarecimiento de bienes y servicios básicos, privatizaciones, desahucios, abaratamiento del despido, prolongación de la jornada laboral, retraso de la edad de jubilación…
El ataque de la gran patronal, con sus sucesivos gobiernos títeres, a los salarios y derechos de los trabajadores/as iniciado en los años 80, se agrava todavía más con la reciente crisis económica. Crisis que no impide que las grandes empresas y los bancos de este país continúen amasando beneficios a costa de paro masivo, reducción de salarios y pensiones, encarecimiento de bienes y servicios básicos, privatizaciones, desahucios, abaratamiento del despido, prolongación de la jornada laboral, retraso de la edad de jubilación…
Y prometen apretarnos todavía más las tuercas después de las próximas elecciones y continuar así durante lustros.
Pero no sólo la clase trabajadora recibe estos ataques. Los pueblos del mundo son víctimas de la ferocidad y el ensañamiento con que las potencias imperialistas tratan de acaparar los mercados y los beneficios. España está inmersa actualmente en una guerra de rapiña con la que intentan apoderarse del petróleo de Libia. El Gobierno español está colaborando en la masacre de este pueblo africano utilizando nuevos pretextos “humanitarios” que suenan a viejas cantinelas como las ya utilizadas anteriormente en Yugoslavia, Afganistán, Irak…y de las cuales ya conocemos los resultados.
Pero no sólo la clase trabajadora recibe estos ataques. Los pueblos del mundo son víctimas de la ferocidad y el ensañamiento con que las potencias imperialistas tratan de acaparar los mercados y los beneficios. España está inmersa actualmente en una guerra de rapiña con la que intentan apoderarse del petróleo de Libia. El Gobierno español está colaborando en la masacre de este pueblo africano utilizando nuevos pretextos “humanitarios” que suenan a viejas cantinelas como las ya utilizadas anteriormente en Yugoslavia, Afganistán, Irak…y de las cuales ya conocemos los resultados.
En una negación más de cualquier atisbo de democracia, se impide el derecho de autodeterminación a pueblos como el palestino, el saharaui o, incluso, a las propias nacionalidades del Estado Español.
Todas estas agresiones tropiezan, en muchos lugares, con la resistencia creciente de las masas populares, que la oligarquía intenta destruir sin detenerse ante nada.
Las huelgas y, particularmente, las huelgas generales, han puesto de manifiesto que la clase obrera es la fuerza social capaz de derrotar a la gran patronal. Y ésta responde amenazando a las organizaciones sindicales, comprando a sus dirigentes e integrándolas con claridad en la lógica de dominación capitalista, reprimiendo las protestas con su policía y sus jueces o, incluso, decretando el estado de alarma.
Cuando no consigue domesticar a los dirigentes de un movimiento popular, como ocurre con la izquierda abertzale, no le tiembla la mano en eliminar los derechos políticos de cientos de miles de ciudadanos, como está sucediendo con la nueva organización política vasca Sortu, que aún habiendo cumplido la legalidad y rechazado el terrorismo, no ha sido legalizada. Esto viola de manera flagrante el principio democrático de igualdad, máxime cuando se sigue autorizando la actividad de los partidos fascistas, que defienden el régimen de Franco, asesino de cientos de miles de ciudadanos.
Todas estas agresiones tropiezan, en muchos lugares, con la resistencia creciente de las masas populares, que la oligarquía intenta destruir sin detenerse ante nada.
Las huelgas y, particularmente, las huelgas generales, han puesto de manifiesto que la clase obrera es la fuerza social capaz de derrotar a la gran patronal. Y ésta responde amenazando a las organizaciones sindicales, comprando a sus dirigentes e integrándolas con claridad en la lógica de dominación capitalista, reprimiendo las protestas con su policía y sus jueces o, incluso, decretando el estado de alarma.
Cuando no consigue domesticar a los dirigentes de un movimiento popular, como ocurre con la izquierda abertzale, no le tiembla la mano en eliminar los derechos políticos de cientos de miles de ciudadanos, como está sucediendo con la nueva organización política vasca Sortu, que aún habiendo cumplido la legalidad y rechazado el terrorismo, no ha sido legalizada. Esto viola de manera flagrante el principio democrático de igualdad, máxime cuando se sigue autorizando la actividad de los partidos fascistas, que defienden el régimen de Franco, asesino de cientos de miles de ciudadanos.
Las luchas espontáneas de los trabajadores y el pueblo contra el paro, por los salarios, contra el imperialismo, por la paz, etc., son necesarias porque sólo en ellas aprenderán a defenderse y a vencer a sus verdaderos enemigos. El movimiento republicano es una de estas expresiones políticas: nos recuerda cómo el pueblo se levantó contra la dictadura de la oligarquía proclamando la II República; cómo esa oligarquía aplastó la voluntad popular por medio de un alzamiento militar, de la guerra civil de 1936-39 y de una tiranía fascista que sufrimos durante 40 años; cómo la actual monarquía, que se pretende democrática, es el resultado del régimen franquista, atenuado y disimulado con la ayuda de los dirigentes de la izquierda, PSOE y PCE, que traicionaron al pueblo en nombre de la reconciliación con sus verdugos; nos recuerda que la situación del pueblo seguirá empeorando mientras éste no recupere la soberanía, sustituyendo la actual dictadura financiera por una III República.
Sin embargo, estos movimientos espontáneos son insuficientes e impotentes por sí solos porque aún les falta la conciencia clara de la imposibilidad de encontrar una salida favorable para la mayoría social dentro del capitalismo. El imperialismo y su régimen político oligárquico (aquí, en forma de monarquía) es la última etapa del capitalismo. Los comunistas no queremos una república burguesa como son la francesa o la alemana, porque representa el mismo sistema de dominación adaptado a otra realidad concreta, pero oprimiendo igualmente a los trabajadores y los pueblos.
Es sólo la clase obrera quien puede poner fin a éste sistema de dominación de la oligarquía, de la gran patronal, a través de una revolución socialista que instaure una República Socialista en la que el poder político ya no esté en manos de los capitalistas, como ahora, sino de los trabajadores y trabajadoras. Y es la clase obrera la única fuerza que puede encabezar y aglutinar fuerzas formando el frente obrero y popular republicano en el transcurso de esta lucha. Esta tarea exige ante todo un Partido Comunista que eduque y organice a los trabajadores y trabajadoras en la lucha directa por el socialismo. Llamamos a todos los y las comunistas a unirse sobre la base del marxismo-leninismo para construir ese necesario Partido Comunista.
Sin embargo, estos movimientos espontáneos son insuficientes e impotentes por sí solos porque aún les falta la conciencia clara de la imposibilidad de encontrar una salida favorable para la mayoría social dentro del capitalismo. El imperialismo y su régimen político oligárquico (aquí, en forma de monarquía) es la última etapa del capitalismo. Los comunistas no queremos una república burguesa como son la francesa o la alemana, porque representa el mismo sistema de dominación adaptado a otra realidad concreta, pero oprimiendo igualmente a los trabajadores y los pueblos.
Es sólo la clase obrera quien puede poner fin a éste sistema de dominación de la oligarquía, de la gran patronal, a través de una revolución socialista que instaure una República Socialista en la que el poder político ya no esté en manos de los capitalistas, como ahora, sino de los trabajadores y trabajadoras. Y es la clase obrera la única fuerza que puede encabezar y aglutinar fuerzas formando el frente obrero y popular republicano en el transcurso de esta lucha. Esta tarea exige ante todo un Partido Comunista que eduque y organice a los trabajadores y trabajadoras en la lucha directa por el socialismo. Llamamos a todos los y las comunistas a unirse sobre la base del marxismo-leninismo para construir ese necesario Partido Comunista.
¡VIVAN LAS LUCHAS DE LOS TRABAJADORES Y LOS PUEBLOS!
¡ACABEMOS CON LA MONARQUÍA Y EL SISTEMA DE DOMINACIÓN DEL GRAN CAPITAL!
¡NO A LAS GUERRAS IMPERIALISTAS!
¡ACABEMOS CON LA MONARQUÍA Y EL SISTEMA DE DOMINACIÓN DEL GRAN CAPITAL!
¡NO A LAS GUERRAS IMPERIALISTAS!
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