No son unos egoístas ni tampoco unos seres insolidarios. Los controladores constituyen un ejemplo de dignidad y de valentía, por más que la voz en off del poder nos haga ciegos a la realidad y nos transforme en comparsas en su juego del “divide y vencerás”, presentándonoslos como los responsables de la tragedia de numerosas personas. Sin restar importancia al quebranto que supone ver como unas vacaciones se arruinan, este asunto trasciende tal perjuicio y denuncia algo mucho más grave: el sometimiento de la mayoría de los ciudadanos a recortes sociales que pretenden paliar lo que no son más que las consecuencias de la situación de privilegio en la que viven unos pocos.
Estos trabajadores, como los del Metro de Madrid o los del metal en Vigo, han tenido el coraje de enfrentarse al sistema cuando éste ha conculcado sus derechos, al igual que lo viene haciendo con el resto de los obreros, se encuentren en situación de actividad laboral o en el paro. Pero viendo que el número de desempleados crece y que las prestaciones decrecen, lo fácil es ponerle rabo y cuernos a quienes tienen redaños para plantarle cara al totalitarismo y mostrarlos como agitadores pancistas pertenecientes a una élite, cuando los verdaderos clasistas son aquellos que niegan al pueblo lo que prodigan a bancos o eléctricas, por citar a algunos que nunca pierden.
Cualquiera que no estuviese adormecido o domesticado habría respondido de idéntico modo que los controladores si entre otros desafueros, se les negase el derecho a la negociación colectiva, se les impusieran servicios mínimos superiores al 100% o no se les computasen las horas por baja maternal. Y en ningún momento ha pedido este colectivo, tal y como pretenden que creamos, subidas salariales. Cualquiera en ese caso respondería así… menos todos aquellos que prefieren sumarse al análisis del poder. ¡Qué sencillo es dirigir a un rebaño!
El Gobierno ha rescatado usos y figuras de la dictadura para acabar con la justa demanda de los controladores. Puede que después de tanto criticar el 23-F a algunos diputados aquella jornada les sirviera de lección magistral, porque el de la irrupción de Tejero en el Congreso fue uno de los pocos días en el que no se vieron escaños vacíos. Y es que parece que mientras los controladores no pueden faltar a su puesto de trabajo como medida de protesta para reclamar lo que en justicia es suyo, los políticos disponen de bula para hacerlo cuando el debate no les interesa o tienen algo mejor que hacer.
Expreso mi admiración por los responsables de la regulación del tráfico aéreo. Ojalá el resto de los ciudadanos fuésemos capaces de entender también quién es el verdadero enemigo.
Julio Ortega Fraile
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